Del silencio y los
muros, a la luz de las voces
Un
perfil de María Teresa Dri
“Al
jacarandá me lo poda un señor misionero. No cualquiera sabe hacerlo. Es
que si no, la rama me quita la luz. La luz es fundamental para mí”, me dice
desde su espaciosa cocina-comedor inundada por los rayos del sol de la tarde.
Toda su casa, que ella diseñó, está repleta de luz y colmada de bibliotecas. Es
un primer piso por escalera, que a pesar de sus ochenta y tres años, María
Teresa Dri, sube y baja con agilidad .
Mientras busca unos vasos y la jarra con
agua, me cuenta que cuando llegó a
Argentina se hospedó en diferentes pensiones hasta que descubrió este lugar en
Villa Bosch, donde vivía una pareja que había compartido con ella el exilio en
Francia. La terraza servía para
construir sobre ella. De a poco y con sus ahorros de cada mes fue haciendo cada
rincón. Cuidó de que en ellos hubiera luz a raudales y muy pocas paredes.
“Ya
demasiadas paredes y oscuridad hubo en la prisión y en el colegio La Inmaculada
Concepción de Lomas de Zamora, donde estuve pupila desde los nueve años hasta los veinte, cuando tomé los votos”.
“Yo quería ser perfecta y
lo único perfecto era ser santa porque para mi familia y mis creencias era lo
máximo y entonces hice el noviciado: primer año como postulante, dos de novicia
y después los votos”.
Su voz abandona los graves y se trepa
ascendente por una escala de sostenidos e inesperados silencios de fusa, cuando habla de esa que fue Sor Marie Francine, una
monja de los ’60 dedicada a la docencia.
Ejerció como maestra jardinera y directora
de escuela primaria. También condujo escuelas secundarias en Córdoba. Introdujo
cambios pedagógicos en esas instituciones al trabajar por áreas y desde el
arte.
La invade una cadencia desconocida que se le desparrama por el cuerpo cuando
recuerda el Cordobazo, el Concilio, los curas obreros, la movida en el seminario,
las panfleteadas políticas por la noche
y su posterior remoción de esas escuelas, para trasladarla a Buenos Aires
contra su voluntad. Su actividad social incomodaba. Frente a las imposiciones
decidió renunciar a sus cargos. “Son muchas cosas las que me motivaron a dejar
los hábitos, pero la realidad me marcaba otro camino”. y entonces me cuenta de su ida a Resistencia, ya como seglar. Allí se
reencontró con su hermano Rubén, que era
sacerdote y trabajó en zonas marginales.Alfabetizó
a campesinos, fue vendedora, administrativa. Es evidente que hizo otros votos,
con otros compromisos, pero a esos, nunca los dejó.
El sol de la tarde de Bosch le ilumina de
lleno los ojos celestes, que ahora tintinean.
Casi con el orgullo con el que supo
mostrarme sus malvones y su pequeño jardín aéreo, me presenta su biblioteca o
sus bibliotecas. Quizás toda su casa sean sus plantas, los libros y la luz que
empapa las pocas paredes. “Tuve que
aprovechar cada centímetro para poner mis libros y mis papeles”. Y Stravinsky
le hace marco a sus palabras encendidas, que contrastan con el habitual silencio
de María Teresa. Sus palabras conducen
por una casa poblada de libros y recalan en un estante especial en el que reposan, (quizás
sea una ilusión óptica) sus propios volúmenes. TODO ESTABA EN ORDEN , 1999, El Francotirador Ediciones, Bs. As.; EL
SILENCIO VA A MI LADO , 2000, Bs. As. Editorial Nueva Generación; SE
PRONUNCIA EL SILENCIO, 2002, Línea abierta editores, Bs. As; ESE ANDAR BUSCANDO , 2005, Ediciones
Patagonia ; MÁS ALLÁ DE LA PALABRA,
2008 Ediciones Patagonia ; LOS NOMBRES
O EL HIMNO SAGRADO DE LOS CUERPOS, 2010 Ediciones Patagonia; MÁS ALLÁ DEL ASOMBRO , 2014 Ediciones
Patagonia.
El ballet La consagración de la
primavera pareciera apimpollar la memoria o quizás el estar frente a los retoños, sea lo que le
hace recordar su génesis. “Después vinieron dos detenciones, la
persecución de la Triple A, un año en prisión, y el exilio primero en España y
luego en Francia, para regresar en 1986”.
Durante
todo el tiempo la escritura pobló de
manuscritos varias cajas con las que viajaba y que resguardó en silencio.
Un silencio que comenzó en el horror. En esa
concatenación de amaneceres grises¸ de exilios y desarraigos, de túneles negros
y sin salida, de miedo como norma, de noches asesinas, de espanto, de gritos
alejándose y preguntas invadiéndola, de
traiciones y cárceles, presentados como instantáneas, casi como dentelladas en
una recursividad de personajes que se desdoblan, se impregnan de una primera
persona, y se resuelven en biografías paralelas.
“Una cosa es escribir y otra cosa
es editar. Yo escribí desde siempre, amaba las composiciones de la escuela,
pero -como todos- escribía en libretitas. Alguna vez publiqué algo en algunas
revistas y después el profesorado me limó mucho para el tema de la escritura. Pero
no hice el profesorado para escribir sino para enseñar. Sin embargo fue Laura
Bonaparte, mi psicóloga, la que me dijo que tenía que escribir mis vivencias. María Teresa, vos sos la memoria. Tenés que
editar. No venís más acá si no publicás.
Y ahí empecé a escarbar y a seleccionar”. Es entonces cuando comienzan a ver la
luz sus libros.
Hubo un hondo y ahuecado grito que
nació en el silencio del exilio. Se hizo
voz hace casi veinte años. Desde entonces María Teresa viene regalando su
cosmovisión de compromiso y resistencia usando la noble azada de la metáfora y
con la sola y trabajada semilla de la palabra .
Hace muy pocos días, el 20 de diciembre, la vimos llorar a María
Teresa. Era de emoción. En Asamblea General, los escritores de la Seccional de
SADE de Tres de Febrero la habían elegido como su presidente. El aplauso
cerrado fue el reconocimiento para estos años de incesante y prestigioso
trabajo literario. Pero eran también una nueva entrega al compromiso, a la
responsabilidad y a su vocación de servicio, en momentos en que las aguas
literarias del distrito se encuentran amenazadas por los remolinos de las
apetencias de poder personal y las antiguas gestiones paternalistas.
La luz de las voces se ha instalado de lleno en sus silencios.
Graciela R. Montenegro
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